Dos Madres, Dos Destinos

Elvis Aaron Presley, mejor conocido como el Rey del Rock & Roll empezó a cantar en una iglesia de Tupelo en el este de Mississippi donde su padre era diácono y su madre era maestra de la escuela dominical. Creció oyendo música gospel y cantaba en el coro parroquial. Aún en lo alto de la cima de su carrera interpretó música cristiana. La pequeña congregación de unos 25 miembros incluían a sus familiares. Su primo paterno tenía un cuarteto. Hogar, trabajo e iglesia fueron su rutina durante años. Sus primeros pasos como cantante fueron en bancas y púlpitos. Los predicadores gospel ejercieron la primera influencia musical sobre Presley. Su madre constantemente lo animaba a asistir a reuniones de jóvenes y él respondía con gran entusiasmo. Servía en la iglesia, participaba en actividades con la juventud y asistía a los cultos de oración.

Llegó a convertirse en el cantante más famoso del mundo. Sus únicos premios Grammy fueron gracias a la música gospel. Grabó más de 50 canciones cristianas. En 1967 interpretó la mejor producción de música sacra, Cúan grande es El (How great thou Art), y en el año 1972 interpretó El me tocó (He touched me) la mejor producción inspiracional. Sin embargo Elvis fue el hijo pródigo que nunca volvió al hogar luego de alejarse de Dios y de los principios cristianos. Murió a la edad de 42 años como consecuencia de un infarto por el uso de fármacos confirmando así que la riqueza y la fama jamás generan la dicha y el gozo a la que todos aspiran.

George Beverly Shea, nació en una familia cristiana hijo de pastor protestante y de madre organista. Su madre ejerció una fuerte influencia en su vida de joven. Soñaba con poder dedicarse a la música. Cantaba para emisoras cristianas. Una única oportunidad se le presentó cuando fue convocado para cantar con los Lynn Murray Singers. Pasó la audición y recibió una propuesta laboral bastante generosa. Su madre acostumbraba a dejarle poemas en el piano y un domingo le dejó el poema escrito por Rhea F. Miller, Prefiero a mi Cristo y ese mismo día le compuso la música para convertirlo en el inolvidable himno que todos conocemos hoy día.

Rechazó el ofrecimiento de trabajo que le habían hecho y prefirió poner sus dones al servicio de Dios confiando que Dios le dirigiría. No fue fácil tomar su decisión y dejar atrás sus sueños. Sin embargo su decisión fue honrada por Dios y fue nombrado como un tesoro de la música cristiana norteamericana. Trabajó junto al evangelista Billy Graham por más de 60 años. Recibió 10 nominaciones a los premios Grammy y según el libro de los Records Guiness tiene el récord de cantar al frente de casi más de 220 millones de personas en vivo. Murió a la edad de 104 años.

El ejemplo de dos jóvenes con muchas cosas en común. Dotados de grandes dones y talentos musicales, sueños de dedicarse a la música y ganar dinero. Ambos provenientes de familias cristianas y criados en ambiente de pobreza. Pero sobre todo fueron dos jóvenes fuertemente influenciados por sus madres. Y he aquí a dos madres doblando rodillas y orando por sus hijos. Me las imagino suspirando de emociones indescriptibles cuando escuchaban a sus hijos cantar. Con cuanta satisfacción y orgullo se deleitaban viendo a sus hijos adorando a Dios. Dos caminos escogidos, pero con destinos diferentes. Y es que cada hijo tendrá el derecho de escoger su propio camino en la vida. Pero ora madre, no te canses de orar. Para que tus oraciones no permitan que los falsos espejismos de gloria, fama y grandeza seduzcan a tus hijos en este mundo y puedan tomar la decisión de glorificar a Dios con los dones y talentos que Él les regaló.

Referencias:
Matutina Adventista para Jóvenes 31 diciembre del 2016
Elvis Presley, el hijo que no volvió, misiones difusión

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