Ministrando a las madres de hijos pródigos

Tener un hijo pródigo es una prueba excepcionalmente dolorosa para cualquier mujer. Vivimos días en que el enemigo anda detrás de nuestros hijos de una manera sin precedente, cada vez con más frecuencia nos encontraremos ministrando a una mamá cuyo hijo ha vuelto la espalda al Señor, y está atrapado en la oscuridad.

Culpa, retraimiento, dolor

Sin importar con cuánta fidelidad lo haya educado, una mujer con un hijo pródigo con frecuencia se tambalea por la culpa y vergüenza al sentir que de alguna manera le falló a su hijo.  El mensaje, no expresado (aunque en ocasiones pronunciado) con un trasfondo de “es tu culpa” generalmente viene a través de consejos bien intencionados de otros; lanza destellos en tecnicolor cuando una madre mira a su hijo batallando, mientras otros parecen tan perfectos.

Aunque algo de quebrantamiento parece aceptable a la sociedad o a la iglesia, ella puede sentir que su situación es inaceptable. Debido a esto, con frecuencia ella puede sentirse renuente a compartir su situación o sus peticiones de oración, resultando en aislamiento y vulnerabilidad.  Ella está confundida por lo que está pasando, sus oraciones parecen sin respuesta, y tiene miedo. Ella está desesperadamente agotada por la intensa guerra que se libra en su hogar y se siente incapaz de detener lo que le está sucediendo a su familia. (Un pródigo impacta fuertemente a los otros hijos y al matrimonio.) En un sentido muy real, ella está de luto. Los sueños que tenía para su hijo pueden haberse perdido, el futuro alterado, y la “familia feliz” que ella había esperado y orado por tanto tiempo, pueden haber cambiado radicalmente. Ella enfrenta una realidad que nunca pensó que sería la suya. ¿Cuál sería la manera más efectiva y amorosa de sostener sus brazos en una batalla como ésta?

Sé un lugar seguro y disponible

Primeramente, sé un lugar seguro y disponible donde ella se sienta escuchada sin juicio y sin escandalizarse. Ella necesita ser amada, afirmada y que se ore con ella en un lugar lleno de gracia, donde no tema ser auténtica. En ocasiones lo único que necesita es alguien que la abrace y llore con ella. Debes estar consciente de que puede existir una verdadera necesidad de la intervención de un consejero profesional.  Pide sabiduría al Señor para dirigirla en esa dirección incluso mientras caminas a su lado.

Aliméntala con las promesas seguras de Dios

Como en cualquier otra prueba, su mayor necesidad es que se le recuerde consistentemente el carácter inmutable de Dios (Heb. 13:8) y Sus promesas seguras y confiables. El Señor le está pidiendo que confíe en Él con lo más preciado, en un lugar que puede sentirse muy oscuro y fuera de control.  Ella necesita que se le recuerde que Él permanece soberano y sabio sin importar las decisiones que su hijo está tomando.

Cuando le golpea la pregunta “¿Por qué?”  ella necesita ser afirmada en que los caminos de Dios, aunque sean tan diferentes de los nuestros, están fundados en misericordia y amor infinitos.

Cuando ella está esforzándose en creer que el clamor de su corazón está siendo escuchado, llévala de vuelta una y otra vez a la verdad de Quién es Él, a Su corazón, y aliméntala con las únicas promesas con las que puede contar como ciertas.

Por mucho que deseemos decir lo correcto y darle ánimo y esperanza, solo las afirmaciones de Dios pueden sostenerla cuando ella se siente sobrecogida por la prueba (Is. 43:1-3) o demasiado débil para continuar en la lucha (2ª Co. 12:9). Ayúdala continuamente a quitar sus ojos del dolor que tiene en frente y a fijarlos nuevamente en Jesús.

Luchando con las armas divinas de Dios

Aunque esta batalla es del Señor, Él ha llamado a esta preciosa madre a pelear por su hijo. La clave es usar las armas que Él diseñó. En su desesperación, ella fácilmente puede encontrarse recurriendo a las armas del mundo que nacen de su carne…enojo, acusaciones, y manipulación. Estas tácticas son difíciles de resistir cuando tu propio corazón está siendo herido y el temor se apodera de ti, pero resultan insuficientes para abrir los ojos de este hijo y traerlo de la oscuridad a la luz (Hechos 26:18)

Solo las armas divinas de Dios –la Palabra de Dios y la oración- penetrarán un corazón endurecido, derribarán fortalezas, y siempre lograrán los propósitos de Dios (Hebreos 4:122ª Co. 10:4-5; Is. 55:11). Sin duda, orar la Palabra de Dios sobre su hijo, día tras día, reclamándolo para Él, es lo más poderoso y efectivo que puede hacer (Santiago 5:16)

También necesitamos recordarle con frecuencia que su lucha no es contra carne y sangre (Ef. 6:12).  Esta guerra no es contra su hijo. Es contra el enemigo de su alma y la de su hijo. Es vital que ella pelee contra el verdadero enemigo, a quien le encantaría destruir la relación entre esta preciosa madre y su hijo.  Exhórtala a hacer todo lo que pueda para mantener intacta la relación, aunque solo esté sostenida por el grueso hilo del amor de una madre.

Recuérdale el poder del amor de una madre

Anímala a perdonar y amar incondicionalmente, con fiereza y propósito (1ª Co. 13). El amor de una madre derribará las paredes que el enemigo quiere levantar y mantendrá el camino abierto para la sanidad. Su hijo necesita desesperadamente su presencia en su vida, aunque proclame a voz en cuello que no es así. Ayúdala a mantener sus brazos bien abiertos para el regreso de pródigo, cuando sea que suceda (Lucas 15).

La madre de un pródigo necesita tu apoyo para hacer tres cosas que son fundamentales, pero no fáciles:

3 pasos fundamentales

Soltar el control y poner a su hijo en las manos de Dios

Es muy probable que ella batalle fuertemente con rendir sus instintos de rescate y querer arreglar las cosas, lo cual generalmente estorba la obra y propósito de Dios.  Ceder el control y permitir las difíciles consecuencias que destrozan su corazón requiere que confiadamente desee la voluntad de Dios –sin importar lo que conlleve- y una fe grande (Pr. 3:5-6Jer. 29:11). Ella debe comenzar a aprender a confiar en Su amor y en Su plan para su hijo, más que en sus propios planes (2ª Ti. 1:12)

Espera con confianza (Sal. 27:14; 130:5; Heb. 11:1)

Pocas veces ésta resulta ser una tormenta de corta duración, y es muy probable que las cosas se pongan peor antes de que mejoren.  Es un lugar fácil para que crezca el desánimo, y la confianza se debilite. Ayúdale a buscar y celebrar aquellos lugares donde pueda ver la mano de Dios trabajando, por grande o pequeña que sea. Esto fortalecerá a esa madre mientras está en espera (2ª Pedro 3:8-9). Cree junto con ella y por ella.  Con frecuencia es en la oscuridad que Dios hace Su obra más grande (Ex. 14:21)

Aférrate a la esperanza y no te rindas (Ro. 12:12)

Dirige su corazón agotado, una y otra vez al poder de la cruz. No hay oscuridad que la luz de Cristo no pueda atravesar y no hay corazón que esté más allá de Su alcance.  No importa lo que ella vea, debe continuar orando sin cesar, aferrándose a las verdades absolutas de que Dios siempre termina lo que ha comenzado (Fil. 1:16) y tiene el poder de hacer todo lo que Él ha prometido (Ro. 4:20).

Finalmente, anímala a recibir la gracia de Dios para sí misma (Heb. 4:16) Ayúdale a sumergirse en Su amor incondicional, en el perdón que Él ofrece para cada espacio donde ella sienta que ha fallado, y en el darse cuenta que su debilidad es la abertura a través de la cual Él puede derramar Su poder y fidelidad.

Desde el principio de esta travesía, hasta el final, Su gracia será suficiente para una mujer que confía a su hijo pródigo en las manos de Dios (2ª Co. 12:9).

Escrito por Kathy Davis, Aviva nuestros corazones.

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