A todas las madres del mundo
yo quiero felicitar,
pues no hay amor tan profundo
como el que ellas saben dar.
Se vuelven tiernas doctoras
para sus hijos curar;
son maestras y psicólogas
para sus hijos guiar.
Centinelas en las noches
se tornan para cuidar
a esos pedazos del alma
que el Señor les quiso dar.
Son todo amor y dulzura,
pero como ángel guardían,
defienden a sus criaturas
de los peligros del mal.
Ese amor incomparable
no podemos comprender,
¿Quién puede haber puesto
ese amor en nuestro ser?
Solo Uno, que es amor,
dulzura y todo bondad.
Ese amor incomparable
solo Dios lo pudo dar.
A los pies de Jesús, Nérsida Ricardo de Prevost pg.135