Cuando Sangra el Corazón de la Madre

¿Has tratado alguna vez de cambiar a alguien? No te fué muy bien, ¿verdad? ¿Sabes por qué? Por que Dios no te ha dado ese poder. Sólo él tiene el poder de cambiar a una persona. Si yo tuviera el poder de cambiar a mis hijos, creéme, ¡ya hubiera usado ese poder muchas veces! Si Dios no nos ha dado el poder ni la capacidad para cambiar a una persona, ¿cómo puede él entonces hacernos responsables de algo que no podemos controlar?

Alguien dijo que “la rebelión son las contracciones del nacimiento de la independencia”. Toda madre sabe lo que duelen las contracciones del parto. El nacimiento de la independencia de nuestros hijos puede ser tanto o más doloroso. Aunque es un proceso natural, puede hacer que el corazón sangre profusamente.

¿Cuál es el bálsamo que puede ayudarte a pasar esta dura etapa de la vida? El contacto íntimo con Dios. Ora y nunca te canses de orar por tus hijos. Y no sólo ores por tus hijos. Ora también por los amigos de tus hijos, incluso por ese mal amigo que ni quieres ver, que está influyendo sobre tu hijo en este momento y que puede destruir en poco tiempo lo que a ti te llevó años construir.

Dios puede hacer por tus hijos lo que tú no puedes hacer. Esta cita puede ser un verdadero bálsamo para el corazón de una madre que sufre: “El último trabajo mediador que Cristo hará antes de dejar su manto sacerdotal será el de presentar ante el trono de gracia las oraciones de los padres por sus hijos. Y vi un poderoso ángel ser enviado a miles de hijos y recordarles la instrucción recibida en su temprana edad y traerlos de vuelta justo antes que termine el tiempo de gracia”.1 ¡Qué bendita esperanza! ¡Qué bendito consuelo!

Tal vez digas: “Pero yo no conocía el Evangelio cuando crié a mis hijos, no los instruí cuando eran niños en la carrera cristiana” o “Aunque conocía el Evangelio, yo cometí muchos errores al criar a mis hijos”.

Amiga, ¿no crees que Dios sabe todo esto? Por algo prometió que él suplirá todo lo que os falta” (Fil.4:19). El se encargará de completar lo que nosotros dejamos incompleto. Encomienda a tus hijos en las manos de Dios.

“De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Rom.14:12). ¿Acaso San Pablo te dice en estas palabras que tendrás que dar cuentas de tu esposo, de tus hijos, de tus padres, de tus vecinos? No. Te está diciendo claramente que tendrás que dar cuenta de ti misma y de nadie más. Ahora tal vez tú pienses: “Espera, ¿no es verdad que en el día final se me preguntará dónde están los hijos que Dios me dió? Por supuesto que sí, pero déjame sugerirte que lo que Dios pide de ti es que seas responsable hacia tus hijos y no por tus hijos.

Ser responsable hacia tus hijos implica:

1. Que instruyas al niño en su camino y que aun cuando llegue a viejo, no olvidará tus enseñanzas (Prov.22:6). Tal vez  tú no vivas para verlo, pero Dios no falta a sus promesas.

2. Que hables a tus hijos de la Palabra del Señor cuando entres, cuando salgas, cuando te acuestes y cuando te levantes (Deut.6:6,7). Esto no quiere decir que estarás martillando la cabeza de tu hijo constantemente con la Biblia, pues eso también puede incitar a la rebelión. Pero sí te pide que no pierdas la oportunidad para sembrar la semillita de la verdad en su corazón, y que permitas que Dios haga germinar esa semilla de fe.

3. Que corrijas a tu hijo y lo disciplines en el temor de Dios. En Proverbios 23:13 dice: “No rehuses corregir al muchacho: porque si lo castigas con vara, no morirá”. ¿Estará la Biblia aprobando el abuso físico de nuestros hijos? Por supuesto que no. Lo que sí hace es amonestarnos para que no dejemos de disciplinar y corregir a nuestros hijos. (De paso, no olvides que reconocer cuando nuestros hijos se están comportando bien y decirles cúan orgullosos estamos de ellos por su buen comportamiento, eso también es disciplina).

El no ser responsable por tus hijos implica:

1. Que no eres responsable por las actitudes de tus hijos.

2. Que no eres responsable por la falta de interés de tus hijos por la iglesia.

3. Que no eres responsable por la elección de las amistades de tus hijos.

La primera pregunta que generalmente viene a la mente de una madre cuando sus hijos están tomando un mal camino es: “¿Dónde fallé? “¿Tiene Dios hijos rebeldes? Dios nos ha dado libre albedrío. Nos ha dado el privilegio de escoger. Recuerda, tus hijos tienen el mismo privilegio.

Créditos:
1.- E.G.White, 1886
Voces del corazón, Gladys Fernández Cerna, pg. 142-143

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