Recuerdo aquella noche en que sentía una angustia y un dolor desesperante. Lloraba por mis hijos. Sus comportamientos y elecciones eran opuestos a los valores cristianos que le habíamos inculcado desde que eran niños. También cargaba el peso de la culpa, me sentía que había fracasado como madre. Y esos interrogantes del porqué no hice esto o dejé de hacer lo otro, atribulaban aún más mi corazón. Ajena por el tormento y las lágrimas, jamás hubiera imaginado que esa noche estaría viviendo uno de los momentos más memorables de mi vida. Al abrir mi Biblia al azar en el libro de Jeremías 31 capítulo 16, el Señor en su gran misericordia y bondad infinita me habló de una manera directa y personal, “Sécate las lágrimas ya no sigas llorando ni pierdas la esperanza pues tus hijos volverán del país enemigo. Yo el Señor lo afirmo”. No recuerdo haber escuchado ese versículo anteriormente. Luego de leerlo sentí una conmoción imposible de expresar. Fui galardonada con una maravillosa promesa, la que mis hijos volverán a Dios y a sus caminos. Es esa palabra la que me ha sostenido grandemente trayéndome una inmensa paz y consuelo.
Desde ese momento empecé a buscar material y a leer libros relacionados al tema de hijos pródigos. Me uní a un grupo de madres que se reunían a orar por los hijos luego del culto sabático. Decidí compartir el material aprendido en temas que presenté en mi iglesia local cuyos títulos fueron, “No me iré sin mis hijos”, “Ser madre en tiempos del fin, ser madre en el peor de los tiempos”, “Rizpa, amor de madre a un alto nivel” entre otros.
Ya han pasado muchos años desde esa noche y aun sigo esperando el cumplimiento de esa maravillosa promesa. No con temor ni desesperación sino con confianza y paz en mi corazón. Dios ha obrado en mis hijos de innumerables maneras y lo sigue haciendo. A través de esta página, quiero compartir contigo valiosa información que por la gracia de Dios te ayudará a desarrollar vínculos de amor y aceptación por ellos. Sé que juntas podemos ofrecerles el don más perdurable, nuestras oraciones. Ellas los cubrirán en todo momento penetrando las barreras del tiempo y el espacio. No existe circunstancia imposible que Dios no pueda cambiar o transformar en nuestros hijos. Pongamos nuestra esperanza en Dios y esperemos con la certeza de que El intervendrá en sus vidas.
“Mis hijos el más grande regalo del Cielo, mi oración mi más grande regalo para ellos”
Marilú Rodríguez